¿Por qué hago,
lo que hago?

Sobre mí
“Do All Things With Love” – Mi mantra, mi camino.
Por esas cosas de la vida —o del alma— a los 15 años me enviaron a entrenamientos vivenciales de liderazgo personal y empresarial. Tal vez para “corregir” mi energía disruptiva. Lo cierto es que allí, mientras otros adolescentes iban al club, yo recibía herramientas poderosas de la mano de uno de los mejores coaches de Argentina. Él entrenaba a equipos de empresas como Coca-Cola, Porta, y fue quien lideró el cambio de marca de Minetti a Holcim. Un verdadero referente, que para mí fue como un segundo padre. Me llamaba “gran valor”. A veces incluso “Messi”. Y esas palabras quedaron grabadas a fuego.
Esas herramientas me acompañaron durante toda mi vida. Cada vez que inicié algo, lo hice con enfoque, propósito y resultado. No porque fuera fácil, sino porque había aprendido cómo entrenar mi mente para lograr lo que me proponía.
Mi primer emprendimiento fue dando clases de apoyo para ingresantes universitarios. Incorporé recursos de PNL sin siquiera saber que estaba haciendo neurocoaching. El resultado fue que el 90% de mis alumnos ingresaban… y me escribían para que siga siendo su profe dentro de la universidad. Así nació mi primer instituto. Funcionó. No fue masivo, pero me sostuvo. Me enseñó que estaba “haciendo algo bien”.
En 2011 creé CEINEC, un centro de estudios online, cuando aún nadie hablaba de educación a distancia. La Universidad IES Siglo 21 me convocó para entender el modelo, pero luego no se concretó nada. Aun así, seguí. Porque me apasionaba algo más profundo: entender por qué mis alumnos tenían éxito. Estudié neurociencia, motivación, neurotransmisores. Conjuntamente con Roman (actual desarrollador y dueño de Mobbex) creamos un plataforma para educación a distancia en el año 2012 y luego dí una capacitación a docentes en San Juan sobre cómo activar en los estudiantes estados óptimos de aprendizaje desde un enfoque neurobiológico.
A la par, fui becada por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, investigando el VIH desde un abordaje genético y teórico. Esa experiencia culminó con un paper junto al Dr. Rabinovich y una disertación científica ante la Sociedad Argentina de Virología.
En 2012 nació mi primer hijo, Emmanuel. Y con él, comenzó otra revolución interna. Me sumé a los grupos de crianza inspirados en Laura Gutman, explorando las heridas de la infancia y reconfigurando mi historia emocional. Fue un viaje de ida. Empecé a ver todo desde otra perspectiva.
Con mi segunda hija, Mei Mikaela, apareció un desafío: la dermatitis por el uso de pañales comunes. Investigué, diseñé y creé una nueva versión de pañal ecológico. Así nació Ecomimitos, que rápidamente se transformó en un boom nacional. Allí vino mi tercer hijo, Jadiel y el pañal se declaró de Interés Federal por el COFEMA, un documento donde todas las provincias argentinas firmaron el apoyo al uso de pañales ecológicos, se trabajó en un proyecto de ley, y llegamos a abrir la primera fábrica de pañales ecológicos del país, incluyendo una SRL en Uruguay.
En 2020, la pandemia trajo otro llamado. Como microbióloga, no podía quedarme quieta. Investigué las telas que usábamos para pañales y creé un tapabocas reutilizable de alta eficiencia: Ecobijo. Fue un éxito rotundo. En solo un mes, aparecieron millones en la cuenta de la empresa. Atendimos pedidos urgentes de empresas como Coca-Cola, Paladini, Bimbo, La Virginia y muchas más. Abrimos fábrica y dimos empleo eventual a 65 personas, y reactivamos fábricas de hilados, de máquinas y textiles, que estaban cerrados. También hicimos donaciones a la Policía de Córdoba, que estaban desprotegidos, porque entendíamos que cuidar a quienes cuidan, es un acto de responsabilidad social. Una vez más, fuimos noticia.
Luego de ese torbellino, vino otra etapa: el divorcio. Volví a comenzar con mi nueva marca de pañales, Grinnibe. Todo marchaba, había logrado colocar el pañal en cadenas como Farmacity al lado de grandes marcas como Pampers y Huggies y salir en notas de Revista Caras o inclusive en el programa de “Pampita”… hasta que en 2022 falleció mi papá. Ese fue un golpe que me quebró desde lo más profundo. En medio del duelo, conocí a una persona que se presentó como salvadora. Y caí. Era un narcisista, un estafador profesional, que terminó quedándose con el 50% de mi empresa y robándome muchas cosas más.
Fue devastador.
Pero como todo líder verdadero, no me quedé en el papel de víctima. Me pregunté:
“¿Qué parte de mí atrajo esto? ¿Por qué caí ahí?”
Y comprendí que ya no quería seguir. Que no tenía sentido seguir empujando desde el cansancio. Que lo que yo sabía del éxito no era suficiente si no estaba potenciada desde adentro. Y entendí algo más:
Que durante toda mi vida, había estado potenciando a otros.
A mi equipo. A mis alumnos. A mis socios. A quien se cruzara en mi camino.
Lo hacía naturalmente.
Desde los 15 años, esa forma de pensar me habita.
Si alguien tenía una fobia, yo inventaba un ejercicio para trabajarla.
Si alguien no lograba avanzar, veía el tras de escena de su bloqueo.
Tengo una combinación que ya no puedo negar:
📌 Visión estratégica + lectura emocional profunda + obsesión por ver a las personas lograr su máximo potencial.
Hoy sé cuál es mi propósito.
Y no es fabricar pañales ni productos. Es fabricar líderes.
Es ayudar a las personas a descubrir su fuego, su eje, su propio método para liderar su vida o su proyecto.
Es enseñar a hackear la mente, transformar el dolor en poder y crear sinergia real.
Y lo voy a hacer como hice todo en mi vida:
Con amor, con acción y con una convicción que no me cabe en el cuerpo.
Porque eso es lo que ayuda al mundo a salir adelante:
Personas que se ayudan entre sí a recordar quiénes son.

Te doy la bienvenida a mi nueva etapa.
La etapa donde elijo hacer lo que siempre hice, pero con conciencia y entrega total.

Porque ya no hay que hacerlo perfecto.
Solo hay que hacerlo con amor.
Do All Things With Love.